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sábado, 22 de febrero de 2014

Guía para el tatuaje primerizo


Guía para el tatuaje primerizo –un reportaje para todos los que necesitamos sólo un empujoncito para terminar como gurú polinesio


El significado del verbo tatuar, así venga del francés (tatouage), del inglés (tattoo) o hasta del polinesio (tátau), es el mismo: la antítesis de aquella canción de Bronco: que sí quede huella, que sí y que sí, que sí quede huella. A grandes rasgos, tatuar significa marcar. Pero como no queremos hablar aquí de Historia, delimitaremos la definición: tatuar significa marcar la piel humana. Así pues, los primeros tatuajes fueron los moretones, las cicatrices y las bregaduras: las marcas del tiempo sobre nuestro cuerpo.

La Historia de los tatuajes es en cierta forma la Historia de nuestras heridas. Una espalda flagelada, un abdomen suturado, unos mineros marcados por su condición económica y social, unos prisioneros en un campo de concentración, un criminal con su marca de vergüenza. En la Edad Media se registraron algunos casos de tatuajes espirituales: los estigmas cristianos. Y mucho antes, en el Antiguo Egipto, los faraones inventaron el antitatuaje o hipertatuaje (los extremos se tocan), es decir, la forma para evitar o detener el paso del tiempo: momificarse. («Me voy pero te llevo dentro de mí», dice la canción Tatuajes de Joan Sebastian.)

Ahora, en estos tiempos sanos y vigorosos, los tatuajes no sólo son símbolo de nuestras heridas, sino, sobre todo, representación de nuestra distracción. Marcar el cuerpo como forma de entretenimiento. Y es que si no lo hacemos así, nuestro cuerpo no adquiriría marca alguna. Viviendo detrás de múltiples pantallas, las rajaduras y las descalabradas –esos tatuajes orgánicos y sustentables– son imposibles.

Nuestros avatares están tan vivos, que nos tatuamos en nuestros tiempos muertos para ver si así, con agujas y pigmentos, logramos sentir dolor, placer o algo –lo que sea, for pavor– que nos diga que estamos vivos.

O quizá no es para tanto. Sí, somos medio zombis. Y sí, nuestros alter egos virtuales son mucho más deseables que nosotros mismos. Pero no hay que exagerar. Nos tatuamos porque pensamos que se ve bien, porque nuestro vecino se tatua y nos convenció, porque vimos un dibujo o leímos una frase y la queremos traer con nosotros para siempre. Aunque más del 80% de los tatuados termina por querer borrar lo que antes quiso que fuera permanente, seguimos pensando que nuestros gustos y nuestras conmociones son eternas. ¡Ay!

Hoy más que nunca, los tatuajes son marcas temporales. No son ya señales de distinción social. Todavía hace unos años, los que se tatuaban tendían a ser considerados malandros o malevos. Ya no. El adolescente mocho de familia bien (o sea) tatúa sus intimidades tanto como la señora respetable que hace yoga y viaja a la India a descubrir la jena.

Los tatuajes ya no son la excepción, sino la regla. Hace unos años, el abuelo castizo se ofuscaba con el tatuaje del nieto revoltoso: «¡por qué te tatuaste!». Ahora la reacción es contraria: «¿por qué no te has tatuado?». Nosotros mismos nos hacemos esta pregunta. Este reportaje tiene el objetivo de tatuarnos una respuesta.


BREVE HISToRIA DEL TATUAJE

3300 a.C. Ötzi, el cadáver humano con piel más antiguo que hemos encontrado, presenta tatuajes en los brazos, piernas y espalda. Científicos argumentan que son producto de una cierta acupuntura.

2000 a.C. Amunet, sacerdotisa de la diosa Hathor, se tatúa líneas y puntos. Tributo, talismán y conexión divina por medio de la epidermis.

800 d.C. Los maoríes llegan a las islas polinesias y se tatúan como si fueran chica desnuda en el programa ese de televisión El gran juego de la oca.

1600 En Japón, los delincuentes tapan las marcas de su vergüenza con más tatuajes, algo así como apagar el fuego con gasolina. Full Metal Yakuza.

1846 Martin Hildebrandt abre en Nueva York la primera tattoo shop. Más tarde, en 1891, Samuel O’Reilly patenta la primera máquina eléctrica de tatuajes.

1961 Los neoyorkinos prohíben el tatuaje por miedo a contagiarse de hepatitis. La legalización sucedería hasta 1997.

1994 Johnny Depp corrige su tatuaje; ahora dice: Wino Forever.

2004 Don Ed Hardy se convierte en una referencia obligada en la cultura del tatuaje. En México, Dr. Lakra (hijo de Francisco Toledo y alumno de Gabriel Orozco) representa la culminación o el frenesí de los tatuajes.

2012 La Remolacha se tatúa un pollo en su pecho.





El que vive para tatuarse


Mi papá tiene un tatuaje, en su brazo, muy chico, no sé, tres pulgadas de altura. Mi mamá siempre nos dijo: nunca hagan lo que haga su papá. Yo lo veía, lo admiraba muchísimo. Decía: qué increíble, mi papá es diferente a todos los papás.

Tenía doce años cuando me fui a Estados Unidos, y conocí la patineta, las artes visuales, la música punk. Todos mis ídolos tenían tatuajes, mi papá tenía tatuaje, y dije: pues algún día voy a hacerme un tatuaje. Cuando tenía 14 años fui, pero no me dejaron ponerme nada.

A los 16 dije: no quiero, necesito un tatuaje. Entonces fui con el tatuador: oye tengo menos de, o sea, soy menor de edad, ¿me dejas? Y me dijo: sí, pero no le digas a nadie. El tatuaje es muy chiquito, me puse el logo de los Smashing, el corazón. Me lo puse en las costillas porque ahí no se ve. Mi mamá no sabía, mi papá no sabía, nadie sabía. Nada más yo. Y ya, así empecé…

Sentí bien padre cuando el que me tatuó terminó y me dijo: bienvenido al club. Aparte, mientras me tatuaba, pues platicas, y creas una relación muy chida con el tatuador. El de Querétaro, por ejemplo, me habla para la fiesta de cumpleaños de su hijo. Es ya mi amigo. Está muy chido porque hasta cierto punto le estás confiando tu cuerpo.

Al principio me tatué por la actitud de punk y skater. Ahora me tatúo hasta cierto punto como terapia. Tengo meses muy estresantes, o emociones muy fuertes, ya sea con mi chica, mi familia, mis amigos, lo que sea, y entonces digo: sabes qué, el modo de relajarme, de ir con el psicólogo, de sentirme bien conmigo mismo es tatuándome.

El 90% de mis tatuajes tienen alguna historia, por muy tonta que sea. Tengo también tatuajes que realmente me los hice para rellenar espacios. Muchos tatuajes son estéticos, la verdad. Ahorita ya casi tengo 85% completo mi brazo tatuado, mi torso ya está como un 90% completo, y me haré más.

Si yo me quito la playera, parece que tengo una playera abajo. Y eso me gusta.

La gente te ve diferente cuando te empiezas a tatuar en partes del cuerpo que ya se ven siempre; como yo, en el brazo. En mi medio decían: guao, si se puso un tatuaje, a qué cosas no se ha de arriesgar en su vida. Me he dado cuenta que por lo menos un 40% de mis clientes me contrata sin ver mi trabajo antes, sólo por el puro look. Entonces, en el medio, padrísimo, pero fuera del medio, gente que no me conoce, dice: seguro es un vago, seguro no trabaja, seguro no sé. Y no, no saben.

Yo creo que no tendría a mi chica si no tuviera tatuajes. Ya estaba tatuado cuando nos conocimos, y ella me dijo: es que tú, a diferencia de los demás, tienes más historias qué contarme, tienes más… eres valiente porque aguantas el dolor, entonces eres una persona que ha pasado por muchas cosas como para llegar a ponerse tatuajes.

Mi exnovia sí me prohibía ponerme tatuajes. Cuando empecé a andar con ella, yo ya tenía mis dos primeros, que me hice a los 16 y a los 17; la conocí con el pecho y los hombros tatuados. Ella me dijo: prométeme que no te vas a tatuar mientras seamos novios. Y se lo prometí, pues yo estaba enamorado. Mi relación con ella duró cuatro años. Lo prometí y lo cumplí: nunca me tatué. Siempre veía revistas de tatoos, veía chicas con tatuajes, chicos con tatuajes, y decía, es que yo quiero, pero había prometido no, y yo soy un hombre de palabra. El caso es de que cortamos. Y al día siguiente dije: necesito terapia, necesito… aquí es cuándo, me tatúo. Fue como si me hubiera ido enseguida con otra chica: me puse un tatuaje en todas las costillas. Pero regresamos a ser novios tres días después, y como a la semana pues me vio sin playera, y me preguntó: ¿qué tienes en las costillas? Le respondí: ah, pues me tatué. Y ella empezó a llorar, me empezó a regañar. Le dije: oye, no éramos novios. Pero bueno, ya después terminamos, para siempre. Y ya, empecé a tatuarme.

Yo me salgo de bañar, paso por el espejo y digo: qué chido que mis diseños, algo que estaba en mi cabeza, esté ahora en mi piel para siempre. Se me hace muy interesante cómo la piel se puede dibujar y colorear. Al verme en el espejo digo: es como abrir un nuevo proyecto en Illustrator, como el diseño de un póster terminado; así es como yo me veo.



EL DOLOR ILUSTRADO

La carne amortigua, nos acolchona. Siguiendo esa lógica –y dejando a un lado los umbrales–, los tatuajes duelen más donde hay menos grasa o músculo, donde la piel se pega al hueso y todo se vuelve una agonía ósea. Eso sí, no todos sentimos igual.
  • Dolor bajo: hombros, omóplatos, brazos y antebrazos, muslos exteriores y nalgatorio.
  • Dolor medio: muslos interiores, pantorrillas, espalda, estómago y pecho.
  • Dolor alto: cara, cuello, cabeza, muñecas, rodillas, tobillos, pies, tórax, manos, espalda baja, espina dorsal, ingle y esternón.


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