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sábado, 22 de febrero de 2014

Las mujeres tatuadas de Hollywood



Hace más de dos décadas arqueólogos hallaron en las montañas de Italia a Otzi, una momia cuya edad está calculada en 5.300 años. Un montón de líneas grabadas en las rodillas la hicieron diferente de las demás: era la momia tatuada más antigua. A partir de ella se empezó a contar la edad del tatuaje. Esta práctica ha existido en casi todas las culturas, desde los egipcios hasta los mayas. Su auge en Occidente surgió de la colonización europea en América. Los tatuajes de los aborígenes del Nuevo Mundo fueron copiados por marineros y soldados. La bizarría y el honor estampados en la piel. Lo plasmado en sus cuerpos los diferenció del resto de la población en sus países de origen. De ahí la expresión “el tatuaje llegó a Europa en galeón”.

La técnica de ese entonces para tatuar todavía se usa en algunos países de Asia. El principio de todo tatuaje es romper la epidermis con un objeto cortopunzante y aplicar colores sobre la herida. Su relación con el dolor lo asoció inmediatamente con la hombría. El punto de giro sucedió a finales del siglo XIX. Parece mentira, pero el norteamericano Thomas Alva Edison (conocido por inventar el bombillo) tiene mucho que ver en la popularización del tatuaje. Y es que su compatriota Samuel O’Really se basó en uno de sus lapiceros eléctricos para dar con la máquina. El salto de lo artesanal a lo industrial. A pesar de patentarla en 1875, en Estados Unidos ya existían estudios de tatuajes. Dibujos de rosas y corazones en brazos de miembros de la fuerza pública llamaron la atención de la gente. O’Really comercializó su invento. Se calcula que hacia 1900 las capitales más importantes de Estados Unidos tenían sus propios estudios.

El nazismo captó la esencia del tatuaje. Como elemento diferenciador, funcionó para los presos judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Que varias dictaduras copiaran el modelo carcelario de Hitler significó un paso hacia atrás para una práctica que poco a poco se iba abriendo paso en la gente. Su estigmatización duró varios años. Se volvió costumbre de hampones. Pero el inconformismo social de los sesenta, representado en bandas de rock, recuperó su auge. Simbolizó ruptura generacional, una postura contra el establecimiento. Los primeros embajadores fueron los cantantes ingleses Keith Richards y Ozzy Osbourne, que allanaron el camino para que más tarde Pete Doherty, David Beckham y Robbie Williams, entre otros, ocuparan el podio masculino de los tatuados.

¿Y en esta historia, dónde aparecen las mujeres? La feminización del tatuaje ocurrió en los noventa de la mano de Melanie C, miembro de las Spice Girls. En sus presentaciones enseñó al público que las mujeres también podían tener los brazos marcados. Inicialmente se especuló con que era lesbiana. Más temprano que tarde el ojo del público se fue acostumbrando a su estilo. Tal fue su impacto y aceptación que en 1999 una Barbie rockera lució una mariposa a la altura del ombligo. En adelante, la lista de mujeres tatuadas es larga. Aunque su historia es más reciente, hoy en día son más las celebridades que engruesan la lista de tatuados. Gracias a las mujeres, el tatuaje se separó del concepto de gallardía que lo caracterizó por décadas. Y qué mejor que los cuerpos de las famosas para verlo. Cantantes y actrices son parte de la nueva generación. Sensualidad a flor de piel.






Megan Fox tiene una frase de William Shakespeare: “Había una pequeña chica que nunca conoció el amor, hasta que un chico le rompió el corazón”.


Influenciada por su hijo adoptivo Maddox Chivan, Angelina Jolie se dejó tatuar por el diseñador Sompong Kanphai en la ciudad de Bangkok.


”Todo lo que vemos o hemos visto no es más que un sueño dentro de un sueño” es el mensaje que tiene marcado la actriz y cantante Evan Rachel Wood.


La rosa de Cheryl Cole, exesposa de Ashley Cole, futbolista del Chelsea, obedece más al estilo Old School que volvió a poner de moda la cantante Amy Winehouse.




Katy Perry tiene el mismo tatuaje que su exesposo, Russell Brand. Ambos se tatuaron “Atraído por la corriente” en sánscrito.

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